El Hospital de la Magdalena fue fundado por el Arcediano Gómez González en 1429 para atender a las personas necesitadas.
Según una descripción del clérigo, el edificio se compondría de la capilla, con una sacristía para guardar las arcas con el dinero y los ornamentos, y dos enfermerías dispuestas para que desde ellas pudieran oír misa los enfermos. La portada de la capilla es gótica, con los escudos del Duque de Alburquerque y del fundador y sobre ellos, una imagen de Santa María Magdalena en piedra. Hay una placa fundacional en hebreo. En el interior, en la hornacina central del retablo barroco, se dispone la santa titular flanqueada por San Roque y San Esteban el Joven. Se han encontrado también pinturas de diferentes épocas en sus paredes, algunas de ellas superpuestas.
En la Capilla de La Magdalena podremos ver una exposición permanente que con el título “Un viaje a través del legado Sefardí” . Esta exposición permanente permite al visitante conocer una parte de la historia medieval de la villa: la población hebrea que convivió en ella durante siglos en perfecta armonía con cristianos y musulmanes.
A través de este recorrido podemos contemplar una serie de réplicas de los documentos más importantes que se conservan en los archivos de Cuéllar referentes a estos habitantes.
La muestra se completa con varios paneles explicativos, así como una serie de objetos y enseres propios del mundo hebreo.
El lugar elegido para la muestra es la capilla desacralizada de la Magdalena, que se localiza dentro del barrio judío.
Aunque la presencia de población hebrea en Cuéllar se remonta al menos al siglo XIII, la comunidad vivió su máximo esplendor en el siglo XV, convirtiéndose en una de las aljamas más importantes de la Corona de Castilla, superando en población a las grandes juderías de otros tiempos, como lo fueron la de Burgos o Toledo.
Los documentos que componen esta muestra permiten saber quiénes fueron, a qué se dedicaron, en qué calles vivieron y cuál fue su destino tras el Edicto de Expulsión. Algunos no volvieron a la villa, mientras que otros lo hicieron tras convertirse al catolicismo, intentando recuperar los bienes que tuvieron que malvender antes de salir del reino.
Una gran menorah del siglo XIX preside el espacio, que se completa con otras más pequeñas, expuestas junto a la torá, el talit, la kipá, mezuzás, objetos para el kidush y réplicas de llaves medievales, todo un símbolo sefardí en la actualidad.